Opinión

Muerte a la privacidad: el precio de la era digital

Por Santi Santival, Escritor (Guardia Civil experto en cibercrimen).

¿Es gratis WhatsApp? ¿Google te da algo sin esperar nada a cambio? La respuesta es clara: no, no lo es. Todo tiene un precio, y en la era digital, el precio es nuestra vida privada. Tus mensajes, tus búsquedas, tus gustos, tus horarios, incluso el tiempo que pasas viendo una foto: todo eso son datos. Y los datos son el nuevo oro del siglo XXI. Las empresas pelean por obtener tus datos y utilizarlos para su beneficio.

Pero, ¿esto es legal? La respuesta depende del contexto y de las leyes aplicables en cada país. En la Unión Europea, por ejemplo; el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) establece normas estrictas sobre cómo las empresas pueden recopilar, almacenar y utilizar los datos personales. Este reglamento exige el consentimiento explícito del usuario para la mayoría de las actividades de recopilación de datos y garantiza derechos como el acceso, la rectificación y la eliminación de información personal.

Sin embargo, fuera de regiones con legislaciones tan robustas, las normas pueden ser menos estrictas, lo que permite a las empresas migrar a esos países para operar en un vacío regulatorio. Por ejemplo, en países como Estados Unidos, la recopilación de datos se rige por una mezcla de leyes estatales y federales, muchas de las cuales permiten a las empresas actuar con mayor libertad.

Un ejemplo es cómo TikTok o Instagram recopilan información como tu ubicación, tus interacciones con contenido y tus preferencias. En algunos estados, las empresas no tienen la obligación de revelar cómo utilizan estos datos o con quien los comparten. Este vacío permite que las empresas generen informes detallados de sus usuarios para la publicidad personalizada, que muchas veces no es del todo clara para el consumidor.

La cuestión principal no siempre es la legalidad, sino la ética y la transparencia. Aunque las empresas te informan a través de los términos y condiciones, ¿realmente entiendes todo lo que estás aceptando? La mayoría de nosotros no lee estas políticas, y cuando lo hacemos, están redactadas de manera compleja, casi como si no quisieran que las entendamos.

Cada vez que aceptas un permiso, que instalas una aplicación o que “regalas” tu correo para un descuento, estás entregando fragmentos de tu vida. Pero ¿te has preguntado a dónde van? ¿Quién los analiza? ¿Para qué los utilizan?

El libro que te hará comprender

En el ebook «Muerte a la privacidad: El precio de la era digital» te invito a un viaje a las entrañas de este mercado voraz donde nuestra información es la mercancía más codiciada.

Podrás conocer en detalle cómo los sistemas operativos, el software y las aplicaciones comparten tus datos más íntimos con tu permiso; ese cuadro pequeño de «ACEPTO» al que todos clicamos sin pudor.

No se trata solo de publicidad dirigida. Hablamos de datos físicos y biométricos, manipulaciones masivas, de bases de datos que podrían saber más de ti que las personas más cercanas, de sistemas capaces de prever tus decisiones antes de que las tomes.

Pero esto no termina con la cesión de nuestros datos; además, tenemos que asumir la filtración por brechas de seguridad.  No se libran de los ataques a sus bases de datos ni las multinacionales. Y como parece no tener ninguna repercusión legal que afecte a las arcas de los guardan nuestra privacidad, los afectados hemos asumido directamente que en cualquier momento se publiquen nuestros gustos, enfermedades, ahorros o tendencia afectiva o de género.

Pruébalo tú mismo, entra en haveibeenpwned.com y consulta tu correo electrónico, si no está en ninguna brecha de seguridad, estas de suerte, o no. Pero solo es un espejismo, esto no quiere decir que tus datos no vayan de mano en mano. Solo es cuestión de tiempo.

Vivir desnudo digitalmente

La inteligencia artificial ha abierto la puerta al cibercriminal a un mundo de datos que se suponía infranqueable, dándoles alas para poder dirigir ataques contra objetivos directamente. Ya sea con las filtraciones, o buscando las vulnerabilidades a los sitios donde se encuentran los datos, se puede usar la inteligencia de las máquinas. Siendo trillones de veces superior a la humana, con un clic se obtiene un perfil detallado del objetivo a atacar, y sin generar ningún gasto.

Aunque todo sea gratis, estás pagando más de lo que crees. El riesgo implica vivir desnudo digitalmente, y hay que empezar a recuperar el control. ¿Cómo?, el primer paso es tomándote en serio tu privacidad.

Informarte es el primer paso. Configurar tus opciones de privacidad, usa herramientas que limiten el rastreo y sé más consciente de a qué servicios das acceso. Ten cuidado con lo que publiques en redes, y controla lo que los demás puedan publicar sobre ti.

El dispositivo más vulnerable es tu terminal telefónico. Esos dispositivos inteligentes se han  hecho indispensables en nuestra vida diaria,  por lo que también son un punto de entrada ideal para los ciberdelincuentes. Tu móvil almacena desde mensajes personales hasta información bancaria, pasando por fotos, correos electrónicos y aplicaciones conectadas a otros dispositivos. Es, literalmente, un resumen de tu vida en un medio digital.

El cibercriminal lo sabe, y por eso desarrollan constantemente nuevas formas de atacarlos. El phishing, en el que recibes mensajes que parecen provenir de instituciones confiables, como bancos o empresas, pero que en realidad buscan engañarte para robar tus datos. Otro método es la instalación de aplicaciones maliciosas, a través de enlaces que pueden parecer inofensivos pero, al abrirlos, comienzan a recopilar tu información sin que lo notes.

Vulnerabilidades

¿Con cuánta frecuencia actualizas el sistema operativo? Las actualizaciones no son solo para añadir funciones nuevas; también corrigen vulnerabilidades detectadas que los cibercriminales pueden aprovechar.

¿Cuántas aplicaciones has instalado y olvidado eliminar, dándoles acceso innecesario a tus datos?  Y si hablamos de las redes Wi-Fi públicas, son otro gran riesgo: conectarse a una red desconocida puede permitir que alguien intercepte la información que compartes o recibes.

Otro punto crítico es la cámara y el micrófono. Los permisos que otorgas a las aplicaciones pueden permitirles activarlos sin que lo sepas. A todos nos ha pasado tener una conversación sobre un producto y es la primera publicidad que hemos encontrado en nuestro navegador o red social. Esto no es una exageración: casos documentados han demostrado que ciertas apps han espiado a los usuarios sin su consentimiento.

Proteger tu dispositivo requiere una combinación de hábitos responsables y herramientas de seguridad. Usa contraseñas fuertes y únicas, evita redes públicas cuando compartas información sensible, y verifica los permisos que concedes a las aplicaciones. Recuerda que tu teléfono es el portal a tu vida privada; protegerlo es protegerte a ti mismo.


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